Rusia
11.10.22

Nariman Dzhelyal, el activista tártaro de Crimea que ha plantado cara a la ocupación rusa

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Nariman Dzhelyal compartía con su mujer y sus cuatro hijos pequeños una casa en el pueblo de Pervomaiske, en la península de Crimea, ocupada por Rusia. El 4 de septiembre de 2021 a las 7.30 de la mañana, la policía se presentó en su casa para registrar su coche y su propiedad. Nariman era presidente adjunto de la asamblea del pueblo tártaro, denominada Mejlis, y se había pronunciado abiertamente en contra del régimen ruso, por lo que sin duda llevaba un tiempo en el punto de mira de las autoridades. El responsable de la operación policial le informó de que estaba detenido y le ordenó que subiese a un minibús lleno de miembros del servicio de inteligencia ruso del FSB con las caras cubiertas por aterradores pasamontañas que lo llevó a toda velocidad a Simferópol. Al llegar a las afueras de la ciudad, le cubrieron la cabeza con una bolsa. Así, acabó esposado y con la cabeza aún cubierta en un semisótano en paradero desconocido.

El trauma de la Segunda Guerra Mundial

Los tártaros de Crimea son una comunidad formada por unas 250.000 personas. Son un grupo étnico indígena musulmán suní con un idioma de la familia del turco y su presencia en la región data al menos del siglo XIII.

En 2014, Rusia anexó ilegalmente la península de Crimea, separándola de Ucrania y silenciando toda oposición. Numerosos activistas tártaros fueron detenidos y muchos salieron de la península. Sin embargo, Nariman, acérrimo defensor de derechos humanos, se quedó.

Esta tierra está destinada a ser un oasis de hospitalidad, no un lugar que puedan pisotear las botas de los soldados en los desfiles ni un campo de entrenamiento para tanques. No podría dejar esta tierra así sin más”, ha mencionado Nariman para explicar decisión de no huir de Crimea.

Además, es un lugar lleno de historia en el que los recuerdos de un anterior exilio son aún muy dolorosos para muchos tártaros de Crimea. En 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial se acercaba a un sangriento final, la entonces URSS recuperó Crimea de manos de las potencias del Eje; Stalin acusó a la comunidad tártara de colaborar con la Alemania nazi y le impuso un castigo colectivo draconiano: desterró a toda la población tártara de Crimea.

Numerosas familias fueron acorraladas a punta de pistola y obligadas a subir a trenes para ganado. Miles de personas murieron en los vagones durante el difícil trayecto hasta Uzbekistán. Una vez en Asia Central, los tártaros se convirtieron en ciudadanos de segunda sin derecho a salir de su zona asignada y sin acceso a educación ni a oportunidades laborales.

Nariman nació en Uzbekistán y creció rodeado de estas historias. A finales de la década de 1980, cuando aún era pequeño, llegó el cambio de la mano de la perestroika de Gorbachov. Se declararon ilegales las expulsiones forzosas de 1944 y la población tártara comenzó a retornar a Crimea. Nariman y su familia volvieron cuando él tenía siete años y construyeron una casa donde vivir. Durante el régimen comunista, Crimea había formado parte de la República Socialista Soviética de Ucrania, pero con el inicio de la desintegración de la URSS, Crimea se convirtió en una república autónoma dentro de una Ucrania independiente.

Nariman aún guarda el vivo recuerdo del largo viaje a casa y de los años que pasó la comunidad asentándose y luchando por su derecho a formar parte de la sociedad de Crimea. Son experiencias que le marcaron, y aún hoy piensa que el instinto de supervivencia es la principal prioridad del pueblo tártaro.

Aumento de la represión contra el pueblo tártaro

En 2016, dos años después del inicio de la ocupación rusa de Crimea, Moscú ilegalizó el órgano representativo del pueblo tártaro, el Mejlis, argumentando que promovía el extremismo, pero Nariman continuó oponiéndose de manera no violenta al control ruso. Escribió en blogs, defendió a los tártaros detenidos o desaparecidos a manos del FSB y continuó ofreciendo apoyo moral y práctico a su comunidad. En ocasiones sufrió hostigamiento por ello, pero en general no hubo repercusiones.

En agosto de 2021, asistió a una conferencia en Kyiv sobre la situación de los tártaros. Acudió porque creía que se debía escuchar a quienes habían presenciado lo que estaba ocurriendo en Crimea y porque quería respaldar a la población local en un momento en el que el control ruso intimidaba y las actividades cívicas se habían reducido drásticamente.

La gente necesita ver ejemplos de un comportamiento distinto... Un comportamiento peligroso y arriesgado durante la ocupación, pero también inspirador y esperanzador”, dijo Nariman.

Parece que, al viajar a la capital de Ucrania, Nariman cruzó una línea roja para las autoridades rusas, que no podían continuar tolerando su actitud desafiante. Fue acusado de sabotaje en septiembre de 2021 en el centro de privación de libertad del FSB en Simferópol, en relación con un presunto ataque terrorista en un gasoducto local. No se conocen muchos datos, pero hubo otros dos tártaros de Crimea detenidos y acusados de lo mismo que confesaron el delito y posteriormente se retractaron alegando coacción bajo tortura. Es posible que Nariman fuese demasiado conocido como para recibir semejante trato y por ello se libró del grave maltrato físico.

Juicio y sentencia

A pesar de la falta de pruebas firmes y tras un juicio que no cumplió con los estándares internacionales de derechos humanos, el tribunal del distrito de Kiev de Simferopol declaró a Nariman culpable de sabotaje en septiembre de 2022 y ordenó su encarcelamiento durante 17 años. Una vez liberado, se le impondrá un año y seis meses de restricción de movimiento.

Por ahora, Nariman lleva más de un año privado de libertad. Inicialmente estuvo en régimen de aislamiento estricto. Ahora, cuando no está en el juzgado, pasa las horas hablando con sus carceleros y con otros presos sobre el pueblo tártaro, Crimea, su historia y su futuro. En ocasiones escribe poesía: hace años, cuando le pidió matrimonio a su ahora mujer, lo hizo en verso. Ella puede visitarlo porque la han aceptado como abogada en su caso, de conformidad con la normativa procesal penal rusa.

En febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania. Desde agosto, Crimea está sometida cada vez a más presión por parte de las fuerzas ucranianas que quieren arrebatarle la península a Rusia. Mientras tanto, Nariman Dzhelyal, uno de los mayores defensores de los derechos humanos de los tártaros, sigue entre rejas.

Nadie creerá que el pueblo tártaro de Crimea, que lleva décadas luchando de manera no violenta para defender sus derechos fundamentales, se haya rebajado repentinamente al primitivo y sucio terrorismo”, ha dicho Nariman en relación con las acusaciones en su contra.

Esperemos que tenga razón.

Una su voz a la nuestra para pedir la puesta en libertad inmediata de Nariman Dzhelyal.

Versión en ruso disponible aquí