Belarús
09.08.22

Belarús-Ucrania: “Nadie puede entender mejor a un refugiado que otro refugiado”

Hace exactamente dos años, Artem Beliay era uno de los muchos bielorrusos que votaron por el cambio y que se manifestaron pacíficamente contra lo que ellos -y muchos más en todo el mundo- consideraban unas elecciones presidenciales amañadas. Tras ser detenido y torturado, este director de empresa no tuvo más remedio que huir de Belarús con su joven familia. Su historia es la de su atormentada región: ahora refugiado en Polonia, ayuda a los ucranianos que se vieron obligados a huir de su país cuando Rusia lo invadió en febrero.

¿Qué le ocurrió en 2020?

El 9 de agosto, mi mujer e yo nos unimos a una manifestación pacífica contra el fraude en las elecciones presidenciales. Fui detenido y torturado durante varios días en el centro de detención de Akrestina, en Minsk. Tras ser liberado, junto con amigos abogados, presentamos una denuncia por detención ilegal y trato inhumano. La reacción fue rápida: la policía y el KGB empezaron a intimidarnos a mí y a mi familia. Incluso alegaron que mi mujer e yo éramos alcohólicos y drogadictos y amenazaron con llevarse a nuestra hija de cuatro años.

¿Qué le llevó a abandonar Belarús?

Recibimos un mensaje de un desconocido a través de Telegram (la aplicación de mensajería). Sabía quiénes éramos. Decía que se había abierto una causa penal contra mí, que me iban a detener, y me animaba a huir. Teníamos preparada una maleta de emergencia porque la situación en el país era muy inestable. A primera hora de la mañana siguiente, mi mujer, nuestra hija e yo salimos de Belarús.

¿Cómo fueron sus primeros días en Polonia?

Pasamos las dos primeras semanas en cuarentena debido a la pandemia de Covid-19. Luego, los guardias fronterizos nos dirigieron a un centro de distribución de refugiados. Al principio, nos sentíamos completamente perdidos, con miedo a lo desconocido. Estábamos a salvo, pero temíamos que las autoridades pudieran devolvernos a Belarús en cualquier momento. Sólo respiramos cuando nos asignaron un centro para solicitantes de asilo cerca de la frontera, donde conocimos a compañeros bielorrusos que nos tranquilizaron. Para mi hija, todo esto era como una aventura. Afortunadamente, así es como ella veía nuestra nueva vida en Polonia.

¿Cómo se adaptó a la vida en Polonia?

Tuvimos suerte. Después de seis meses en el centro, entramos en la lista de viviendas sociales en una pequeña ciudad. Además, la OMCT nos proporcionó ayuda económica. Estas dos cosas nos ayudaron mucho en nuestro proceso de integración porque pudimos permitirnos cursos de lengua polaca. Hablar polaco supuso una gran diferencia. Mi hija empezó a repetir lo que decíamos mientras estudiábamos en casa, y luego fue a la guardería. Ahora habla polaco sin acento.

Conseguí un trabajo en un taller local de reparación de coches y mi mujer trabaja en una tienda de animales, ya que es entrenadora profesional de perros. Nuestra vida se ha estabilizado y podemos empezar a planificar el futuro.

¿Por qué decidió ayudar a otros refugiados?

Nadie puede entender mejor a un refugiado que otro refugiado. Cuando vi a los ucranianos desorientados con sus hijos en el centro de refugiados cercano a mi casa, me pregunté si nuestra familia daría la misma imagen en 2020. En aquel momento, unos desconocidos nos ayudaron, tanto moral como económicamente. Dos años después, junto con otros bielorrusos, me ofrecí como voluntario para llevar alimentos y medicinas al centro donde se acogió inicialmente a los ucranianos. Ayudé a las familias a encontrar un alojamiento temporal, ya que muchos polacos ofrecían habitaciones gratis. Ahora me toca a mí devolver la ayuda recibida.