28.06.22
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“La pandemia provocó un fuerte incremento de suicidios entre las personas privadas de libertad”

¿Por qué es crucial garantizar los vínculos familiares en la cárcel?

En muchos países, para las personas privadas de libertad, sus familias son el único sustento para su supervivencia, puesto que les proporcionan no solo alimentos, ropa o medicinas, sino también libros o incluso dinero para gastos o para hacer una llamada telefónica crucial. Las visitas familiares frecuentes suponen un respiro en medio de las sofocantes condiciones de privación de libertad. La ausencia de contacto y de noticias y el miedo a que los padres u otros familiares se hayan contagiado provocan ansiedad e incertidumbre y empeoran los retrasos de los procedimientos judiciales.

Es posible sentir soledad en medio de una multitud. La Covid-19 provoca soledad, y la soledad es uno de los elementos que preceden a la desesperanza, a las lesiones autoinfligidas y los pensamientos suicidas entre las personas encarceladas. Los datos muestran un fuerte incremento del índice de suicidios entre las personas privadas de libertad durante la pandemia.

Las ideas y los rumores alarmantes provocan angustia. Es habitual interpretar la falta de noticias como malas noticias, lo cual genera sensación de impotencia entre los presos.

Esto se ve agravado por la opacidad de un centro cerrado, en el que los mecanismos de supervisión y protección no funcionan y en el que los malos tratos y la tortura pueden quedar impunes, y esto empeora la sensación de angustia e impotencia.

¿Cómo afecta a las niñas y los niños privados de libertad no ver a sus familias?


Los menores que se encuentran en instituciones de reclusión desarrollan sentimientos ambivalentes hacia la familia. Existe un doble vínculo en el que la búsqueda y la necesidad de afecto se alternan con la rabia por el sentimiento de rechazo y olvido. Durante la pandemia, se ha alterado este delicado equilibrio y el menor se siente abandonado y solo y percibe a su familia como un entorno de rechazo y abandono. Los vínculos se rompen y se desarrollan sentimientos negativos que puede ser difícil revertir.

¿Cómo afecta a las familias de las personas encarceladas no ver a sus seres queridos?

Existen pruebas abundantes de la angustia que sienten las familias que se enteran por las noticias de que están aumentando las muertes en las cárceles en el contexto de la pandemia y no saben cómo están sus familiares. El virus es una amenaza invisible que nos obliga a coexistir con la muerte en nuestro día a día y despierta los miedos más profundos del ser humano. El mundo se convierte en un lugar lleno de amenazas en el que no es posible proteger al familiar encarcelado. Esto provoca remordimientos y culpa para muchas familias, especialmente si la persona privada de libertad es joven o está en situación de vulnerabilidad.

Esta pandemia ha hecho que la sociedad reevalúe las relaciones humanas y ha subrayado la necesidad de estar cerca de las personas queridas. Para muchos, esto ha supuesto un gran cambio de sus prioridades. Para las víctimas de tortura y sus familias, ha supuesto lo contrario: son más conscientes de que es imposible estar cerca y formar parte de la red de apoyo necesaria para la supervivencia.

Pau Pérez-Sales, director de SiR[a], España, es psiquiatra y experto reconocido internacionalmente por sus conocimientos sobre documentación forense y rehabilitación de víctimas de tortura y otros malos tratos.